domingo, 26 de abril de 2015

David Bueno: "La mirada de aprobación del maestro es más gratificante que un 10"

 Entrevista sobre educación y neurociencia al profesor David Bueno (Universidad de Barcelona): 

"La motivación o el trabajo entre iguales activan el cerebro social y el aprendizaje es más integral"

 "Las personas que de pequeñas tienen tiempo para aburrirse de mayores tienen mejores funciones ejecutivas. Tomarán decisiones con más facilidad"



Existe la tentación de presentarse ante David Bueno, genetista y divulgador sobre neurociencia y educación, como si fuera un oráculo. Su conocimiento de la complejidad del cerebro, y de la actividad de este ante los diversos estímulos cotidianos, nos empuja a buscar en él las respuestas definitivas a preguntas recurrentes en el campo educativo: ¿hay reñir a los niños? ¿Cómo hemos de conectar con los adolescentes? ¿Se han de estimular mucho los bebés? ¿A qué edad tenemos que empezar a enseñar inglés? La neurociencia tiene una respuesta para la mayoría de estas preguntas, pero Bueno nos advierte: "Poco diré que las pedagogías no hayan concluido ya a partir de su trabajo de ensayo-error. La sopa de ajo ya está inventada". Veamos pues.
¿Qué sabemos del cerebro que nos permita aplicarlo a la educación?
En los últimos diez años hemos desarrollado técnicas que nos permiten hacer seguimiento de qué zonas del cerebro se activan en cualquier actividad. Esto nos permite relacionarlo con cualquier cosa y, por tanto, con la educación. Podemos identificar qué zonas se activan más en cualquier proceso educativo, y de qué manera el cerebro es más receptivo a incorporar conocimientos. A través de la motivación, por ejemplo. O también nos ayuda a identificar cuáles son las mejores etapas para según qué aprendizajes.
¿Cómo evoluciona el cerebro en la primera etapa de la vida?
Entre los 0 y los 3 años se hacen muchas conexiones en la parte superficial del cerebro: esto quiere decir que el cerebro incorpora todos los condicionados del ambiente que rodea al niño. Sin que el niño sea consciente de ello, porque a esa edad la memoria no está desarrollada, interioriza el ambiente. No recordará lo que ha vivido antes de los tres años, pero si ha sufrido un ambiente de violencia estructural, su cerebro desarrollará un patrón que difícilmente podrá cambiar: reaccionará a la violencia generando más violencia o escondiendose de ella. Es lo que se llama fight or fly.
Este determinismo es muy desesperanzador.
Hay huir de conceptos como la determinación, porque dos personas sometidas al mismo ambiente pueden modular su cerebro de manera diferente. Pero sí que te condiciona fuertemente. A un psicólogo le puede costar años de trabajo revertir un problema de comportamiento que una persona adquirió de pequeña en una sola tarde. Y de hecho no lo revertirá: fortalecerá otras conexiones neuronales para que se produzcan de forma más frecuente. La educación tiene un problema, y es que cada uno nace en el ambiente que le toca.
Visto esto, ¿cuál es la importancia de etapas como la educación infantil?
El 0-3 es clave, tanto si se está en una guardería como en familia. Pero también la etapa de 4 a 7 años, cuando el cerebro hace conexiones entre la parte más superficial y la más profunda, la de la memoria. Es aquí cuando es más fácil aprender los procedimientos. Por eso a esta edad solemos aprender a leer y escribir. Antes no sirve demasiado, y después, si te pasas esta ventana, te costará mucho más aprender. Que de hecho es lo que pasa con lenguas como el inglés: cuando se empiezan a estudiar más tarde es mucho más difícil.
Hace poco publicamos  un artículo que defendía por qué no es necesario que tu hijo aprenda a leer y escribir antes de los seis años.
Es exactamente esto. Antes de los 6 años la parte lingüística no está suficientemente madura.
¿Entonces tiene sentido que empujamos a los niños a leer y escribir antes?
Tiene que ver con la satisfacción personal de los padres. Y a ver, no es malo siempre que no interfiera en la maduración normal del cerebro. Más que escribir, lo que tenemos que fomentar es que sepan manejar las manos: la manipulación manual fina, se suele decir. Ya sea escribir, hacer dibujos, geometría... Porque las neuronas que controlan esta manipulación fina son las del habla y el lenguaje. Los que aprendan a manejar los dedos de manera fina tendrán más facilidad para un discurso complejo y elaborado. Por eso la asignatura de plástica es tan relevante.
Ya que han identificado cuál es el momento óptimo para aprender según qué, ¿han encontrado algún desfase en los centros educativos? ¿Algún ámbito que impartimos cuando no toca?
El método científico se debería introducir antes. Se introduce en Secundaria, cuando el cerebro del adolescente da más importancia a lo emocional que a lo racional. ¡Y este método es eminentemente racional! Los que sí son racionales son los niños pequeños. Los niños pueden pasar rato pegando con un objeto contra el suelo, comprobando el ruido que hace. Son las repeticiones propias del método científico. Ante esto, es mejor que les dejemos hacer. No frenarles. Que experimenten.
¿Es también el momento de la creatividad?
Lo es siempre, pero en esta etapa es fundamental. Los humanos somos creativos por naturaleza, pero la creatividad es máxima con los niños, porque no tienen ideas preconcebidas. Para un niño una botella de agua puede ser un cohete. Esto es creatividad. Aquí el error sería que los padres, viendo que le gustan los cohetes, los compraran uno. ¡Que juegue con la botella! Las neuronas están conectadas para hacer este ejercicio, y si le compran el cohete le estarán mutilando estas conexiones. Es lo que llamamos podaje exonal. Más que potenciar la creatividad, hay que evitar mutilarla.
¿El planteamiento escolar mutila la creatividad?
Los horarios, las asignaturas... coaccionan. Pero claro, me resulta complicado pensar cómo se puede hacer una enseñanza totalmente abierta, porque las escuelas necesitan organización. Pero sí, el trabajo interdisciplinar, es decir, combinar mates con inglés, por ejemplo, ayuda a hacer conexiones.
Otra duda que suele asaltar en este caso a padres y madres. ¿La estimulación temprana es recomendable?
Estimular es positivo, pero no sobreestimular.
Vaya. Pero ¿dónde pone la línea?
En la felicidad del niño. Si es feliz, bien. Si se agobia, mal. Hay que fijarse, para no ir demasiado lejos y generar estrés. También porque los niños necesitan aburrirse. Es otro tipo de aprendizaje. Cuando te aburres tienes tiempo para ser tú mismo: piensas, decides qué hacer. Las personas que de pequeñas tienen tiempo para autoorganizar su tiempo -al final aburrirse es esto- de mayores tienen mejores funciones ejecutivas. Tomarán decisiones con más facilidad.
Seguimos con la estimulación. Las pantallas la multiplican. ¿Cómo lo ve?
Estimulan mucho. El cambio de imágenes es mucho más rápido que en la naturaleza. No puedo decir que esto perjudique, pero sí que hay que ser responsable a la hora de gestionar el tiempo de pantalla. No se puede vivir de espaldas a la pantalla, pero sí se han de encontrar momentos por otros espacios.
Pero -perdone que insista- con los más pequeños da la sensación de que hay algo más en las pantallas que los atrae. Como si se les activara un mecanismo interno.
Es que la pantalla entra a través de la vista y el oído, dos de los sentidos más desarrollados en la interacción con el mundo. Y es una fuente constante de novedades. Además, presenta situaciones que los niños interpretan de forma creativa: cuando ven el comecocos personalizan el juego, activan la parte social del cerebro.
Esta parte del cerebro, la social, ¿cuándo se desarrolla?
Desde el nacimiento. A un bebé le pones delante una cara o un objeto y seguirá la cara. Está socializando. Constantemente estamos pendientes de nuestro entorno. De hecho, para un niño, la mejor recompensa -un elemento que forma parte de la educación- es el reconocimiento de sus iguales, de su profesor, de quien sea. Una risa sana de los compañeros es mucho más gratificante que sacar un 10. Una mirada de aprobación del maestro o la madre es más gratificante que el helado que le comprarán. Por eso también es importante no ridiculizar nunca a un alumno. Algunos docentes pueden pensar que esto les estimula a quererse superar, pero no. Nada más lejos de la realidad.
¿Regañar es negativo?
Se debe regañar en positivo. Pasar del no lo has hecho bien al puedes hacerlo mejor.
El refuerzo positivo.
Nada que la pedagogía no haya repetido mil veces. La parte de la amígdala que detecta los peligros se activa cuando recibe un input negativo; cuando el input es positivo se activan también otras partes, como la de la creatividad (porque buscas maneras resolver lo que ha motivado la reprimenda).
¿Y si la reprimenda es constante? ¿Llegará el día en que el cerebro dirá basta?
Es lo que llamamos apagón emocional. Típico de la adolescencia. Es un fenómeno preconsciente, la persona no decide. Después de un periodo de negativas -proveniente de cursos anteriores, de la familia y otros entornos- el cerebro decide que pasa. Son los alumnos que se sientan allí espatarrados. Ya llegas tarde para motivarles. Han desconectado. Al inicio de la crisis me preocupaba cuando los diarios publicaban que los jóvenes no encontrarían trabajo. ¡No se lo digas así! Puedes decir que tendrán que currar más, pero si no estás favoreciendo el apagón emocional.
Hagamos una pausa. Da la sensación de que todo lo que me está contando corrobora lo que padres y maestros siempre han intuido y comprobado por la vía de los hechos.
Es que la neurociencia aporta algunas cosas nuevas, pero sirve sobre todo para justificar por qué unas estrategias pedagógicas funcionan y otras no. La motivación o el trabajo entre iguales activan el cerebro social y el aprendizaje es más integral. Esto es así. Pero la neurociencia no aporta la piedra filosofal de la educación. Un ejemplo: La letra con sangre entra. La neurociencia demuestra que sí, que cuando sufres dolor se te activa el cerebro para aprender. Básicamente para así escaquearse de ese dolor. Por lo tanto la frase es cierta. Otra cosa es que sea moralmente aceptable.
Comentaba que en los adolescentes la parte del cerebro más activa es el emocional. ¿Esto da validez a planteamientos como el de la educación emocional?
La neurociencia demuestra que es un factor importante, sí. Cuando la parte emocional del cerebro está activada el aprendizaje es más completo. Las áreas que activas racionalmente son menos. Pero esto no sólo en adolescentes, sino en todas las etapas. En la universidad siempre intento empezar la clase llamándoles la atención con algún recurso. Funciona mucho hablar de una persona, porque les activa el cerebro social. Saber que un científico dijo algo o falseó unos datos les llama la atención. Les engancha.
Otra pregunta que no puedo dejar de hacerle es sobre las drogas. ¿Cómo afectan al cerebro de los jóvenes?
Son mucho más perjudiciales de lo que socialmente estamos dispuestos a aceptar. ¿Pero mucho, eh? El alcohol mutila conexiones, aparte de generar adicción. Y la marihuana altera la percepción que los tienen del mundo y, si su consumo se mantiene constante, puede acabar provocando psicosis. Dificultan cualquier aprendizaje. Además, ha habido casos de adolescentes que dejan de fumar y los problemas les salen más tarde. El cerebro puede quedar irreversiblemente tocado.
He hablado con educadores sociales que, a pesar de no negar los efectos, me dicen que de poco va a servir que les proyectamos estos temores, porque muchos ya han hecho este apagón emocional.
Cierto. Y además la adolescencia es la etapa del riesgo. Se busca romper límites. Si les das como argumento el daño que les causará, a veces este riesgo puede estimularles.
Entonces, ¿qué nos queda?
Lo ideal es que no tengan la necesidad de entrar en este mundo. Mantener su cerebro activo en otras cosas. A veces entran en ello buscando novedades, porque esto forma parte de la actividad de nuestro cerebro. Pues dales novedades a través de otras formas lúdicas: centros recreativos, teatro, deportes. Incluso de riesgo: llevarles a escalar al monte es un riesgo, pero les llena.
Hablemos de horarios escolares, sobre los que hay un debate polémico. ¿Qué puede aportar la neurociencia al debate de los horarios?
Poca cosa, siempre que el aprendizaje que intercale zonas intensas con otras más lúdicas. Lo importante es que la escuela no ocupe la mayor parte del día: que tengan tiempo para el ocio. Otra cosa es poder conjugar una jornada más corta o compacta con las necesidades sociales y laborales.
La jornada intensiva hace que los adolescentes empiecen muy temprano. Tengo entendido que esto va en contra de sus ritmos.
Efectivamente. En Secundaria les hacemos empezar temprano, a las 8 h, cuando deberían hacerlo después, sobre las 10 h. Su cerebro hace un cambio horario y por la noche son mucho más activos.
Eso es todo. Tengo la sensación de que me voy con pocas grandes novedades pero sí con más certezas.
Es que la sopa de ajo ya está inventada. Las pedagogías funcionan. Lo que podemos hacer nosotros es señalar que hay procesos que se pueden optimizar, y que hay cosas que es mejor que no hagamos. Como por ejemplo, cuando la LOMCE limita las artes plásticas y la música podemos decir que no, que tenemos que ir al revés, que estas áreas activan zonas del cerebro importantes para otros aprendizajes.

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