Un instituto inspirado las casas colgantes de los árboles en las que juegan los niños y que está pensado para combinar el intenso trabajo escolar con un ambiente relajado
Este internado, situado en la ciudad de Ningbo, al este de China, ha sido proclamado edificio del año por los 140 miembros del jurado del Festival Mundial de Arquitectura (WAF), celebrado recientemente en Singapur. El Instituto Huizhen ha conseguido este prestigioso galardón gracias a un diseño que, según los jueces, rompe con las convenciones comunes en el diseño de escuelas.
Creado por el estudio de arquitectura londinense Approach Design Studio y el Grupo de Diseño de Ingeniería de la Universidad Tecnológica de Zhejiang, en China, el campus del internado parece un "bosque flotante" donde las aulas cuelgan de pilares y están unidas por pasarelas serpenteantes.
Según los arquitectos, estas ‘casas en el árbol’ ofrecen a los alumnos un ambiente relajado que les permitirá desconectar de la carga escolar. El edificio cuenta con 30 aulas, instalaciones deportivas y lugares de estudio. Además su tejado inclinado también se puede aprovechar, en él hay un aula al aire libre y unos jardines elevados que se abren al público en general los fines de semana.
El Instituto Huizhen ha sido elegido entre cerca de 250 proyectos finalistas. Otros edificios completados en la lista de los 10 mejores son la recientemente inaugurada Terminal A del Aeropuerto Internacional Newark Liberty, en EEUU o el Instituto Provincial de Diseño e Investigación de Arquitectura de Sichuan, también en China.
"Los arquitectos han conseguido crear una escuela muy distinta del modelo habitual, en el que los alumnos están encajonados y sometidos a presiones pedagógicas, además de arquitectónicas", aseguró el director del programa WAF, Paul Finch, al presentar el premio. "Por el contrario, este diseño fomenta el paseo, el aire fresco y la posibilidad de escapar de la intensidad académica".
¿Qué países contaminan más? Tres datos para medir la responsabilidad climática
EE.UU. y Europa han sido los más contaminantes a lo largo de la historia, aunque China hoy les supera en volumen anual y los países del golfo Pérsico en emisiones per cápita
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La Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP28) de 2023 se celebrará en Emiratos Árabes Unidos, uno de los principales productores de petróleo y también uno de los mayores emisores de dióxido de carbono per cápita del mundo, con unas 21,8toneladas por habitante en 2021.
La petromonarquía del golfo Pérsico representa a la perfección el gran desequilibrio que existe en el reparto de responsabilidades sobre la situación medioambiental que atraviesa el planeta Tierra. Mientras que la crisis climática nos está afectando a todos, y en especial a los más pobres, la contaminación no se divide de manera equitativa. Es el 10% más rico del mundo el que produce el 50% de las emisiones mundiales, mientras que el 50% más pobre apenas genera el 8% de la contaminación global de CO2.
Con el reparto de la contaminación entre países ocurre algo parecido. Responder a la pregunta de quién es el país más contaminante depende del indicador al que recurramos. No es igual la situación de aquellos países que iniciaron su desarrollo industrial hace más de dos siglos que la de los que han conseguido asentar sus modelos industriales recientemente. Tampoco es equiparable la situación de los países con miles de millones de habitantes, muchos de ellos con pocos recursos, que la de los pequeños Estados con poblaciones muy ricas.
De esta forma, si hablamos de contaminación anual, en 2021 China lideraba la clasificación de países que más gases de efecto invernadero emitían a la atmósfera, seguida de Estados Unidos, India y Rusia. Si nos fijamos en volúmenes históricos, destaca EE.UU. como el gran contaminador mundial: acumula el 24% de todas las emisiones de CO2 registradas desde la Revolución Industrial, que se inició en 1750 en Reino Unido —el país que más contaminaba hasta 1911—. A nivel regional, ningún otro continente ha emitido tanto CO2 a lo largo de la historia como Europa (33%).
En el lado contrario, y si bien actualmente países como Irán, Arabia Saudí o India siempre aparecen en las principales listas de emisores de CO2, históricamente sus emisiones no suponen demasiado. De igual manera, si solo nos fijamos en emisiones per cápita, el panorama general cambia por completo. Ni China, ni India, ni Estados Unidos ni Rusia figuran entre los principales emisores, que en este caso son países del golfo Pérsico como Catar, Baréin, Kuwait o los propios Emiratos Árabes Unidos.
Con algunas de las rentas per cápita de las más altas del mundo, las monarquías del golfo combinan poblaciones que no llegan a los diez millones de habitantes con unas emisiones muy elevadas y estrechamente relacionadas con el sector petrolífero.
Así pues, para contar con la imagen completa de la contaminación mundial es esencial realizar comparaciones que tengan en cuenta los diferentes indicadores. Esto cobra especial importancia ahora, con la celebración de la COP28, en la que los líderes mundiales se reunirán para abordar los desafíos de la crisis climática y evaluar el progreso desde la entrada en vigor del Acuerdo de París en 2016.
Dicha evaluación no es nada fácil y suele generar debates intensos entre aquellos países del Sur Global, que argumentan que los países emergentes deberían tener la oportunidad de alcanzar niveles de desarrollo similares a los países occidentales y, por lo tanto, tendrían derecho a emisiones de CO2 para impulsar su crecimiento económico, y aquellos que sostienen que la crisis climática requiere una aproximación diferente, centrándose en un desarrollo sostenible que no repita los errores del pasado.
En este debate se enmarca la reciente propuesta de los Créditos de Carbono, uno de los grandes temas de la cumbre de Dubái, junto con el fondo de pérdidas y daños acordado en Egipto el año pasado. Para algunos estos créditos son una buena solución, que sigue la lógica de los incentivos económicos. Mientras, sus detractores la denuncian como una gran excusa para que las empresas y los países eviten rendir cuentas y no tengan que reducir directamente sus emisiones, confiando en la compensación a través de proyectos en otros lugares, como ya ha comenzado a hacer Emiratos Árabes en África.
Lo que está claro es que los países que sufrirán las peores consecuencias no son aquellos responsables de la mayoría de emisiones. Las regionesmás afectadas por el calentamiento global, especialmente el África subsahariana, son aquellas que, siguiendo las tendencias actuales, contribuirán menos a las emisiones que lo desencadenan. Y aquí es donde cobra sentido el concepto de justicia climática, que busca solucionar latriple desigualdad en la responsabilidad, las consecuencias y los recursos para afrontar la adaptación y la mitigación de la crisis climática.
La nueva guerra de Gaza que comenzó el pasado 7 de octubre ya ha dejado, en algo menos de dos meses, más de 16.000 muertos —15.000 palestinos y 1.200 israelíes— y 1,7 millones de desplazados. Se trata del quinto conflicto a gran escala que viven en este estrecho territorio en apenas 17 años, desde la victoria de Hamás en 2006, pero también se encuadra dentro de un enfrentamiento más amplio y duradero, el árabe-israelí, enquistado durante más de siete décadas y que hunde sus raíces en la propia creación del Estado de Israel y en la limpieza étnica de la Palestina histórica tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El plan de partición de la ONU
El final de la IIGM supuso también el desmoronamiento de los imperios coloniales europeos y sus dominios de ultramar. Tras varios lustros de intensa migración judía hacia Oriente Próximo promovida por el sionismo primigenio, en octubre de 1947 la ONU presentó su plan de partición del Mandato británico de Palestina, que ya desde un primer momento mostraba un balance asimétrico e injusto: a pesar de que en aquel momento apenas representaban un tercio del total de la población de Palestina, los judíos recibían el 56% del territorio, mientras que el resto de habitantes —de mayoría musulmana— tenían que conformarse con el 43%.
La creación del Estado de Israel y el inicio de siete décadas de conflicto
El mundo árabe, encabezado por países como Egipto, Jordania y Siria, no aceptó la propuesta presentada por la comunidad internacional y tras la creación de Israel en mayo de 1948 estalló la primera guerra árabe-israelí. En las siguientes décadas estallarían varios conflictos más, como la guerra de los seis días en 1967 y la del Yom Kipur en 1973, que acabarían con el mismo resultado: la victoria israelí y el fortalecimiento del plan de ocupación y anexión de los territorios palestinos.
La Franja de Gaza y Cisjordania, entre la ocupación y el aislamiento
El plan de ocupación israelí encuentra su máxima expresión en el territorio de Cisjordania, donde el Estado hebreo ha construido decenas de asentamiento ilegales desde 1967. Los Acuerdos de Oslo de 1993 no frenaron el plan de anexión, e incluso en 2002 Israel comenzó a levantar un muro en el territorio ocupado que ha acelerado la fragmentación del territorio y restringido la movilidad de los palestinos.
La Franja de Gaza, por su parte, estuvo ocupada por Israel entre los años 1967 y 2005, cuando el primer ministro israelí Ariel Sharon decidió acabar con los asentamientos hebreos en el territorio palestino. Sin embargo, desde la victoria electoral de Hamás en 2006, el territorio ha vivido cinco guerras a gran escala entre el grupo islamista e Israel, que ha bloqueado la Franja por tierra, mar y aire. El enclave, convertido en una zona inhabitable según la propia ONU, es también el lugar donde más muertes de palestinos se contabilizan desde tiempos de la Primera Intifada (1989).
Bombardeos masivos en uno de los territorios más densamente poblados del mundo
El brutal asedio puesto en marcha por Israel sobre la Franja de Gaza tras los sangrientos atentados de Hamás ha acabado con la vida de miles de civiles y ha destruido gran parte de la infraestructura de la zona norte del territorio, uno de los más densamente poblados del mundo. Ya desde mucho antes de la nueva guerra la situación allí no era sencilla: el 40% de la población vivía bajo el umbral de la pobreza y el 71% de sus más de dos millones de habitantes tiene la consideración de refugiados por la ONU.
Unas fronteras sin paz
Fuera de los territorios palestinos, el conflicto también sigue muy latente en la frontera norte de Israel, donde el Estado hebreo mantiene ocupados desde 1967 los Altos de Golán, una amplia franja de tierra reclamada por Siria y donde la ONU mantiene varias misiones de paz. Pese a esto, la zona más caliente de la región es la propia frontera de Israel con Líbano. Esta es la principal zona de influencia de Hezbolá, la potente guerrilla islámica que en el año 2000 logró expulsar a Israel del área que mantenía ocupada en el sur de Líbano desde 1982.
El Eje de Resistencia contra Israel
Líbano y Siria no son los únicos países y actores que aún mantienen una tensa relación con Israel. En los últimos años, de hecho, el llamado Eje de Resistencia ha sido el principal actor de confrontación contra Tel Aviv, con la que se ha enfrentado diplomática y militarmente en diferentes ocasiones. Esta organización informal incluye a los regímenes sirio e iraní, Hezbolá, las milicias chiíes de Irak, el movimiento de los hutíes en Yemen y las organizaciones palestinas de Hamás y la Yihad Islámica Palestina.
La geopolítica de Israel
Tras más de siete décadas en los que Israel se ha enfrentado con prácticamente todos los países de su entorno, la geopolítica del país se ha convertido en una de las más complejas del mundo. La explotación de los recursos hídricos y energéticos, pero sobre todo el uso de la fuerza militar para dominar el territorio, son algunos de los elementos más importantes que configuran la política y la estrategia del país.
Israel y el negocio de la guerra
Las numerosas guerras que ha mantenido Israel desde 1948, junto con el inquebrantable apoyo que ha recibido de Estados Unidos, han conducido también a que el Estado judío se convierta en una de las grandes potencias militares del mundo y en uno de los grandes comerciantes de armamento. En 2022, de hecho, fue el noveno mayor importador de armas del globo y el décimo exportador.
El conflicto en la esfera internacional
El histórico conflicto entre Israel y Palestina es también uno de los más divisivos en el ámbito de la diplomacia internacional. A día de hoy, ambos países cuentan con un reconocimiento limitado a nivel global, aunque Israel, gracias a su potente lobby y sus redes de presión, ha conseguido extender su influencia de forma más efectiva: 164 de los 193 países de la ONU reconocen al Estado israelí, mientras que en el caso palestino la cifra solo llega a 136.
En los últimos años, además, Israel ha conseguido tender importante puentes con Oriente Próximo y el mundo árabe, con el que ha mantenido una relación histórica tensa y beligerante. Sin embargo, la firma de los Acuerdos de Abraham en 2020 entre Israel y Emiratos Árabes Unidos supuso un punto de inflexión en el reconocimiento del Estado hebreo: desde entonces, Baréin, Sudán y Marruecos han reconocido al país, mientras que Arabia Saudí, Catar y Omán han establecido contactos diplomáticos con Tel Aviv.