El “do it yourself” (hágalo usted mismo) lleva ya un tiempo de moda. No obstante, seamos realistas: a la mayor parte de los humanos nos cuesta bastante montar a la primera una estantería de Ikea. “¡Es que faltan piezas!”. Mira, no, es que lo estamos haciendo mal.
Una actividad que nos puede tener entretenidos días, e incluso años (todo depende de la habilidad de cada uno). Pero como generalizar está mal, aquí os traemos a unos cuantos que no sólo han sido capaces de terminar la estantería sino que, además, han logrado construir su propia casa en pueblos o en mitad de la nada. No hablamos de una casa cualquiera, claro.
El Capricho Rillano
Es imposible conducir por la carretera N-211 y, a la altura de Rillo de Gallo (Guadalajara), no pararse. “Pero ¿desde cuándo estuvo aquí Gaudí?”, se pregunta uno. Pues, lo cierto es que nunca. Esa obra de arte pertenece a Juan Antonio Martínez Moreno, un constructor del pueblo que un día se levantó creyéndose arquitecto modernista catalán y, bueno, no se le dio nada mal.
Fueron varios años de trabajo, pero nadie duda de que el resultado es espectacular. Sobre todo teniendo en cuenta que lo ha ido construyendo él solo y, como indica un reportaje publicado en la Nueva Alcarria en agosto de 2016, sin planos; exactamente igual que Antoni Gaudí en sus inicios.
El Capricho de Cotrina
En Extremadura también había otro Antoni Gaudí: Francisco González Gragera. Aunque, como él mismo comentó a los medios en varias ocasiones, odiaba las comparaciones. Este albañil profesional, vecino de Tierra de Barros, afirmaba no conocer ninguna de las obras de Gaudí cuando comenzó su casa, aunque sí viajó a Barcelona tiempo después para visitarlas.
El Capricho de Cotrina es una casa rural que él mismo empezó a construir en el campo en 1989 con la idea de que fuera diferente a las demás del pueblo. De ahí su forma de castillo, los originales adornos, el trencadís y los colores llamativos.
El resultado no sólo es asombroso, sino que si no nos lo llegan a explicar, hubiéramos pensado que Gaudí también estuvo en Extremadura.
España es una tierra de “caprichos”.
La catedral de Justo Gallego, Mejorada del Campo
Su historia la conocimos gracias a Aquarius, que en 2005 hizo una campaña de gente extraordinaria y, como ejemplo, nos presentó a Justo Gallego. Un hombre delgado con aspecto de Jacques Cousteau que lleva más de 50 años construyendo su propia catedral en Mejorada del Campo, Madrid.
La obra, que comenzó en 1961 siendo un pequeño proyecto con plásticos, latas, goma, ladrillos y mucho cemento, hoy alcanza los 40 metros de alto y 5.000 metros cuadrados en superficie.
En este caso, Justo, de 92 años, no tiene nociones de arquitectura ni de construcción por lo que, aunque ha recibido ayuda en los últimos años, se cree que su obra podría desaparecer con él cuando se muera.
Serafín Villarán y su castillo, Cebolleros
En Cebolleros, Burgos, había un hombre que soñaba con levantar su propio castillo. Durante 20 años, Serafín Villarán se dedicó a colocar piedra por piedra de su creación hasta darle forma al castillo Las Cuevas. Una singular construcción que, por desgracia, Villarán no vio terminado, aunque sus hijos continuaron con el trabajo para ver cumplido el sueño póstumo de su padre.
Con un aspecto medieval un tanto peculiar, el edificio fue construido con cantos rodados del río Nela. En total cuenta con 5 plantas y unos 300 metros cuadrados de superficie.
La casa de Dios, Épila
El creador de esta casa de Épila, en Zaragoza, tenía menos gusto que los anteriores. Quizá sea el motivo por el que muchos ya han catalogado el arte de Julio Basanta, su creador, como Art Brut, un término acuñado en los años 70 que define el trabajo de aquellos artistas que no tienen una formación en la materia y que en sus obras reflejan estados mentales extremos.
Tras la muerte de su hermano y de su hijo, según se puede leer en una de las paredes de la fachada de la casa: asesinados en 2002, Basanta comenzó a levantar en su vivienda un montón de esculturas. La mayor parte de ellas son demonios, aunque también hay calaveras, faraones egipcios, monstruos de estética manga, maniquíes, etc. Un popurrí de rostros con los que todos tendríamos pesadillas si los tuviéramos metidos en nuestra casa.
Tal y como indica un cartel a su entrada, la casa se puede visitar pagando 50 euros. Un precio un tanto excesivo que Julio Basanta lo justifica con que “Los castillos de esta casa han salido en todas las televisiones de España, parte del extranjero y en los libros”.
MV Barco España, Almuñécar
Esta casa es como si un barco hubiera entrado en Almuñécar por error y se hubiera quedado encallado en la avenida del Mediterráneo. Así describiríamos la obra de Pepe, el ex marino mercante que, en vez de comprarse un velero, decidió hacer de su vivienda un enorme barco mercante.
Tal y como se puede ver en su fachada, esta casa-barco está elaborada con antiguas piezas de embarcaciones que naufragaron. Las ventanas son ojos de buey, el casco cuenta con un ancla y la terraza de la cubierta está protegida con redes de pesca y salvavidas. Una auténtica obra de arte.
El castillo de Batman, Valencia de Don Juan
Su nombre original en realidad es edificio Centinela, aunque todos los vecinos de Valencia de Don Juan, en León, lo llaman el castillo de Batman. La razón es que las ventanas de la fachada se asemejan al logo del hombre murciélago.
El responsable de tal obra es Santiago Nava, un vecino que compró la anterior finca para derribarla y empezar a construir en 1990 el que sería el edificio de sus sueños. A diferencia de los casos anteriores, Nava era constructor y albañil, por lo que el Centinela contaba con planos.
La casa cuenta con cuatro pisos, una azotea, varias torres y hasta bajos comerciales.
Casa-Museo de Salaguti, Sasamón
En Burgos, en el pueblo de Sasamón, está la Casa Museo de Salaguti: un artista local cuyo nombre real es Carlos Salazar Gutiérrez.
Él mismo es quien diseñó y esculpió su propia cara en este peculiar edificio que, aunque originariamente lo utilizó como taller, hoy es un museo en el que guarda todas sus obras. Si tienes pensado visitarlo, lo más seguro es que te encuentres con él, pues vive en la casa contigua.
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