Granadilla es una villa medieval de Cáceres donde reina la calma. Es como si sus habitantes se hubieran ido a comer y volvieran más tarde. Con sus fachadas impolutas, las plantas en algunos de sus balcones, y la cuidada vegetación de sus jardines.
Pero, lo cierto es que los vecinos no se han ido: los echaron. Y, de momento, no pueden volver.
En 1955, durante la dictadura franquista, el Consejo de Ministros del caudillo decretó la expropiación del municipio de Granadilla, incluido su casco urbano. La razón es que Franco había retomado las obras del embalse de Gabriel y Galán, ideadas durante la dictadura de Primo de Rivera, y los territorios de los alrededores de Granadilla comenzaron a inundarse.
“Fue un cúmulo de despropósitos. En un principio no se pensaba desalojar el pueblo, pero lo hicieron tan mal que se fueron inundando terrenos y algunos quedaron sumergidos. Ahí empieza el drama que termina con el desalojo”, explica Sebastián Caballero, historiador nacido en Abadía (Cáceres) y autor de Granadilla al hilo de la historia.
El ingeniero encargado de la obra, D. Juan Bonilla, decidió ampliar la cota del embalse, los habitantes de Granadilla se encontraron aislados con los alrededores inundados, y sin agua potable. Se vieron obligados a marcharse.
El desalojo duró hasta 1965, y dicen que con los últimos se oía a los guardias civiles gritar “Ni una silla debe quedar”. Por suerte, el núcleo urbano de Granadilla nunca llegó a inundarse, aunque sus habitantes no pudieron regresar y ese mismo año Franco disolvió el municipio.
La precaria emigración de Granadilla
Para realojar a los habitantes de Granadilla, según Caballero: “Se construyeron algunos pueblos como Alagón del Río (conocido entonces como Alagón del Caudillo). El desalojo fue improvisado, por lo que se hizo en condiciones precarias y muchas familias se vieron obligadas a compartir casa”.
En un principio se había acordado que se daría una vivienda y una parcela a cada familia. Sin embargo, las primeras casas no empezaron a entregarse hasta 1960. Durante un largo tiempo, muchos tuvieron que instalarse en barracones. El suministro eléctrico no llegó hasta 1964 y el agua corriente no se instaló hasta 1969.
En Alagón del Río, los habitantes de Granadilla también estaban incomunicados. Durante los primeros años los accesos por carretera eran complicados. Perdieron la mayor parte de sus antiguas parcelas de cultivo y, para acceder a las nuevas que se dispusieron en el municipio de Galisteo, tenían que coger una barca y después continuar el camino a pie.
La antigua Granadilla pasó a pertenecer a la Confederación Hidrográfica del Tajo (ICO). “La política del régimen era desalojar y hacer una repoblación de pino en los alrededores. En vez de hacerlo con gente local, trajeron a gente de Pedroche, en Córdoba. Los alojaron en las casas vacías y ahí empezaron a deteriorarse”, dice Caballero.
La histórica villa de Granadilla
Hasta 1955, Granadilla era un importante núcleo urbano. Era la capital de Tierras de Granadilla y el municipio abarcaba hasta 50 aldeas. Su población era de unos 1.200 habitantes y había casi 300 hogares, según el INE.
Históricamente, esta villa medieval también gozó de prosperidad gracias a su ubicación junto a la Vía de la Plata. Fue fundada en el siglo IX por los musulmanes, quienes levantaron su alcazaba. Hasta tres siglos más tarde, que fue conquistada por los cristianos bajo el reinado de Fernando II de León, quien levantó sus murallas.
Granadilla también fue conocida por el nombre de Granada. “No es cierto que lo Reyes Católicos le hayan cambiado el nombre para no confundirla con Granada”, explica Caballero. “El pueblo tiene forma de granada y en sus alrededores hay campos de granadas. En los textos se usa indistintamente”.
Su rico patrimonio se ha ido recuperando durante los últimos años. En 1980, tras ser declarado Conjunto Histórico Artístico, se comenzaron las obras de rehabilitación de la villa. Primero se reformó su castillo, ya que era uno de los inmuebles más deteriorados. Después las murallas y, por último, el pueblo; gracias a ser una de tres villas elegidas para el Programa de Reconstrucción de Pueblos Abandonados. Este 2020 el programa va por su quinta edición.
La restauración se hizo en colaboración con el Ministerio de Educación, que ofrece programas educativos en el pueblo. “El lugar se llena de estudiantes. Vienen a estudiar los árboles, colmenas.Y los alojan en las casas municipales que han restaurado”, dice Sebastián Caballero. Muchos estudiantes han ayudado a restaurar las casas.
Mientras estudiamos en el Torreón pudimos ir en una excursión a Granadilla, en la que restauramos varias casas y parques, plantamos árboles, grabamos un corto, hicimos una matanza, prensamos aceite, hicimos pan, una sesión de espiritismo trucada, una bataballa medieval - juego de rol en vivo - toma del castillo y hasta un programa de radio. Había estudiantes de tres institutos a la vez en el pueblo y fue una convivencia única. Inolvidable.
Hoy, el pueblo de Granadilla está adscrito al municipio de Zarza de Granadilla. Es una de las joyas medievales más desconocidas de Cáceres y se puede visitar dentro de unos horarios.
Sus alrededores también gozan de gran atractivo. El embalse de Gabriel y Galán –llamado así por el poeta salmantino– es ideal para el avistamiento de aves. En él habitan numerosas especies como la cigüeña blanca (en ocasiones también se ha visto alguna negra), buitres leonados, águilas, gavilanes, etc.
El cineasta español Pedro Almodóvar se enamoró del entorno y, en 1990, rodó en él el final de la película ¡Átame!
Los antiguos habitantes de Granadilla suelen visitar el pueblo dos veces al año: el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos; y el 15 de agosto, fiesta de la Asunción. Durante las fiestas se instalan mercadillos con productos locales.
A día de hoy, ninguno de ellos, ni sus hijos o nietos, han podido trasladarse a Granadilla. “La Asociación Hijos de Granadilla intentó que los familiares recuperasen las casas, aunque aún no lo han conseguido”, añade Caballero.