Los primeros medicamentos desarrollados con el debido rigor por la ciencia no salieron de la nada en los laboratorios químicos, sino que a menudo se partía de hierbas medicinales u otros remedios naturales, incluso calificados de "mágicos" por curanderos, hechiceras y otros personajes pintorescos que los usaban, y tras comprobar que realmente funcionaban, se aislaba su principio activo y se elaboraba el medicamento a partir de este. Aunque ahora ya no es tan frecuente encontrar nuevos medicamentos de esta manera, todavía se dan algunos casos de vez en cuando. El último de ellos es una prometedora arcilla bactericida que tras siglos de uso por los indios norteamericanos Heiltsuk, afincados en tierras hoy canadienses, está recibiendo mucha atención por la comunidad científica debido a que su actividad bactericida podría ser capaz incluso de aniquilar a bacterias farmacorresistentes.
El equipo del microbiólogo Julian Davies, de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá, ha comprobado que esta rara arcilla, presente de manera natural en una zona de esa provincia canadiense, exhibe una potente actividad antibacteriana contra patógenos resistentes a múltiples fármacos.
Davies y sus colegas recomiendan por ello que la arcilla sea estudiada como tratamiento clínico para infecciones graves causadas por cepas de bacterias farmacorresistentes, causantes de la mayoría de infecciones iniciadas en hospitales, y entre las que cabe destacar a las especies Enterococcus faecium, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii, y Pseudomonas aeruginosa.
Las infecciones causadas por las bacterias farmacorresistentes son básicamente intratables y contribuyen a una cada vez mayor mortalidad en los hospitales, tal como advierte Davies. “Después de 50 años de sobreutilizar y emplear incorrectamente antibióticos, las medicinas antiguas y otros agentes naturales basados en minerales podrían proporcionar nuevas armas en la batalla contra los patógenos resistentes a múltiples fármacos”.
La llamativa arcilla bactericida, un remedio ancestral de los indios norteamericanos que ahora está demostrando científicamente sus propiedades curativas. (Foto: Kisameet Glacial Clay Inc.)
La principal fuente de esta extraña arcilla está situada en el territorio tradicional de los Heiltsuk, a 400 kilómetros (250 millas) al norte de Vancouver, Canadá, en una cuenca granítica poco profunda de unos 5 acres (unas 2 hectáreas). El depósito de 400 millones de kilogramos se formó a finales de la última Edad del Hielo, hace aproximadamente 10.000 años.
Los indígenas norteamericanos de esa zona han utilizado la arcilla durante siglos por sus propiedades terapéuticas; diversos informes citan su eficacia para la colitis ulcerosa, la úlcera duodenal, la artritis, la neuritis, la flebitis, la irritación de la piel y las quemaduras. Por otra parte, no se conocen efectos tóxicos de la arcilla para el Ser Humano, lo que también augura buenos resultados en los futuros ensayos clínicos.
En las pruebas in vitro llevadas a cabo por Davies y la investigadora Shekooh Behroozian, la arcilla suspendida en agua mató 16 cepas de bacterias farmacorresistentes, obtenidas de muestras procedentes de lugares como el Hospital General de Vancouver y el St. Paul's Hospital.
¿Se ha descubierto un nuevo planeta más allá de Neptuno? Pues si hacemos caso al revuelo de las últimas horas en las redes sociales, la respuesta podría ser afirmativa. Podría, pero no lo es. Para bien o para mal, por el momento nuestro sistema solar sigue teniendo ocho planetas. Por si alguien no sabe de lo que estoy hablando, todo viene a raíz de la publicación de un artículo de Mike Brown y Konstantin Batygin sobre la posible existencia de un noveno planeta. Este paper probablemente hubiera pasado desapercibido para el gran público si no fuera por el hecho de que Brown es el descubridor del planeta enano Eris, un descubrimiento que, como todos sabemos, provocó la ‘destitución’ de Plutón de la categoría de planeta.
Una vez aclarado que no se ha visto ningún planeta nuevo, vale la pena revisar el artículo de Brown y Batygin, porque ciertamente es muy interesante. Resumiendo, lo que han hecho los dos astrónomos es analizar las órbitas de seis objetos transneptunianos (TNOs) y han llegado a la conclusión de que sus características pueden explicarse con la presencia de un planeta de gran tamaño situado a gran distancia del Sol en una órbita excéntrica. La hipótesis de un noveno planeta -a veces también denominado Planeta X- no es nueva y ha sido propuesta desde hace décadas por multitud de investigadores, pero en los últimos años el número de pruebas circunstanciales no ha parado de aumentar. Primero fue el descubrimiento de Sedna en 2003 por el propio Brown y, más recientemente, el de 2012 VP113 en 2014.
Ambos cuerpos menores tienen un tamaño significativo y poseen una órbita muy, pero que muy extraña. Su alta excentricidad hace que la diferencia entre la máxima y mínima distancia al Sol sea increíblemente grande (tan increíble, de hecho, que cuando se descubrió Sedna muchos astrónomos no podían creer que tuviese una órbita con esos parámetros). Esta característica parece a priori ser similar a la de muchos cometas, pero Sedna y 2012 VP113 se diferencian en que su perihelio está situado más allá de cualquier planeta del sistema solar. Por ejemplo, Sedna se acerca al Sol hasta las 76 UA (11250 millones de kilómetros), mientras que su afelio está a unas alucinantes 937 UA (140 550 millones de kilómetros). Por su parte, 2012 VP113 se sitúa entre las 80 UA y las 450 UA. ¿Cómo han llegado a tener estos cuerpos unas órbitas tan excéntricas sin haber sufrido encuentros con los planetas gigantes del sistema solar? Misterio.
Para colmo, el perihelio de ambos cuerpos coincide aproximadamente en la misma región del espacio. Y no solo eso. Los dos astros tienen sus perihelios situados cerca de la eclíptica -técnicamente el plano de la órbita terrestre, pero que también hace referencia al plano donde se encuentran los planetas del sistema solar- y la inclinación de sus órbitas es de unos 30º. Además durante su paso por la eclíptica ambos lo cruzan de norte a sur. Estas coincidencias podrían ser solo eso, coincidencias, sobre todo teniendo en cuenta que dos objetos no constituyen precisamente una muestra estadística demasiado amplia y que las técnicas observacionales actuales favorecen los descubrimientos de objetos transneptunianos cerca de la eclíptica. Pero también podría ser una prueba de quealgo ha perturbado gravitatoriamente las órbitas de Sedna y 2012 VP113 al mismo tiempo, sobre todo porque otros objetos transneptunianos de menor tamaño también muestran orientaciones similares.
Los descubridores de 2012 VP113, Scott Sheppard y Chad Trujillo, ya propusieron en 2014 que ese algo podría ser un noveno planeta con una masa cinco veces mayor que la de la Tierra situado en una órbita circular más allá de Neptuno (a 250 UA). Lamentablemente, las simulaciones numéricas de las interacciones de esta hipotética supertierra no logran explicar el comportamiento de Sedna y 2012 VP113. Por eso Sheppard y Trujillo llegaron a proponer un encuentro cercano con una estrella o una enana marrón como el culpable de todo este desaguisado orbital, pero una visita de este tipo habría dejado huellas en las órbitas de los cuerpos del sistema solar interior que no vemos por ningún lado. Desesperados, otros investigadores han sugerido que la explicación podría estar en las perturbaciones gravitatorias entre los objetos transneptunianos similares a Sedna. Sin embargo, los datos indican que no existen tantos objetos de este tipo como para causar la distribución de órbitas observada (a pesar de todo, esta no es una hipótesis que se pueda descartar a la ligera).
Y es en este contexto donde aparece el artículo de Brown y Batygin. Los dos investigadores han analizado las órbitas de Sedna, 2012 VP113 y otros cuatro objetos transneptunianos (2010 GB174, 2004 VN112, 2013 RF98 y 2007 TG422). Estos últimos, con órbitas muy excéntricas, han sido elegidos de tal forma que se puede descartar el que hayan sufrido interacciones gravitatorias con Neptuno en el pasado (este punto no es nada fácil de demostrar, por cierto). Como hemos visto, Sheppard y Trujillo ya demostraron que un Planeta X con una órbita circular no es una alternativa viable, por lo que Brown y Batygin buscaron otras órbitas posibles. Y, contra todo pronóstico, la encontraron: un planeta situado en una órbita excéntrica cuya inclinación y perihelio sean opuestos al de los seis cuerpos estudiados sería el causante de sus curiosos parámetros órbitales. A pesar de su extraña órbita, las simulaciones indican que el Planeta X sería estable y tardaría entre diez y veinte mil años en dar una vuelta al Sol. Además, las órbitas de los objetos transneptunianos estudiados estarían en resonancia con la de este hipotético noveno planeta -del mismo modo que la órbita de Plutón y los plutinos está en resonancia con la de Neptuno-, evitando que pudiesen pasar cerca del planeta y ser expulsados del sistema solar.
Hay que subrayar que el artículo no menciona ni el tamaño ni la masa de este planeta y tampoco hace referencia a su posible origen. Las observaciones del telescopio infrarrojo WISE descartan que pueda haber un planeta gigante a esa distancia, de ahí que se haya especulado con que se trate de un minineptuno o una supertierra. Varios modelos de formación del sistema solar, como el Modelo de Niza, predicen que alrededor del Sol se formaron originalmente cinco planetas gigantes, uno de los cuales acabó por ser expulsado. El planeta de Brown y Batygin bien podría ser este quinto planeta, pero no está nada claro. Este modelo favorece un planeta del tamaño de Neptuno, mientras que las observaciones sugieren que es más probable que el noveno planeta sea un mundo ligeramente menor, como una supertierra de entre una y diez masas terrestres. Dependiendo de su tamaño preciso, los parámetros orbitales serán distintos, lo que sin duda provocará bastantes dolores de cabeza a los potenciales cazaplanetas que se atrevan a buscarlo.
Si son correctos, los resultados de Brown y Batygin permitirán acotar el espacio de búsqueda del Planeta X y facilitar su descubrimiento (a no ser que ALMA nos dé una sorpresa). Mientras tanto, otra prueba indirecta de la existencia de este planeta sería la presencia de una nueva población de objetos transneptunianos con órbitas perpendiculares a la del nuevo mundo. De hecho, cinco TNOs ya conocidos entran precisamente dentro de esta descripción, lo que refuerza, y mucho, la hipótesis de Brown y Batygin.
Resumiendo, Brown y Batygin no han descubierto el Planeta X ni son los primeros en proponer su existencia. Pero, a diferencia de sus predecesores, han predicho con bastante precisión sus posibles parámetros orbitales y han presentado pruebas muy sólidas de que es real. Cuando Mike Brown anunció el descubrimiento de Eris, durante un breve periodo de tiempo fue conocido como el descubridor del noveno planeta hasta que la Unión Astronómica Internacional decidió crear la categoría de planeta enano. Si el Planeta X está ahí fuera realmente y se ajusta a la predicción, es posible que, a pesar de todo, Brown termine siendo recordado como el descubridor del noveno planeta del sistema solar.
¿Expulsó Júpiter a un quinto planeta gigante fuera del sistema solar? Uno de los grandes descubrimientos de la astronomía moderna ha sido la confirmación de que las órbitas de los planetas gigantes cambiaron drásticamente durante los primeros mil millones de años tras su formación. El llamado modelo de Niza es el más famoso a la hora de explicar estos migraciones primigenias. Resumiendo mucho, este modelo nos dice que las interacciones gravitatorias entre los cuatro planetas gigantes provocaron que Júpiter se acercase al Sol al mismo tiempo que Urano y Neptuno se alejasen (de hecho, es posible que Neptuno se formase originalmente más cerca del Sol que Urano). Como resultado de este billar cósmico se produjo una mezcla de cuerpos del sistema solar que solo ahora comenzamos a entender. Por ejemplo, el cinturón de Kuiper se formó al alejarse Neptuno hasta su órbita actual con varios tipos de cuerpos menores. Lo mismo le ocurrió al cinturón de asteroides y, especialmente, a los asteroides troyanos que acompañan a Júpiter en su órbita. Todos estos cuerpos menores desperdigados fueron los causantes del Bombardeo Intenso Tardío que ha dejado huellas de su violencia en casi todos los cuerpos del sistema solar con superficie sólida.
Por lo tanto, el modelo de Niza es muy bueno a la hora de predecir muchas de las características del sistema solar actual, pero muchos de los detalles del modelo se nos escapan. Por ejemplo, no sabemos hasta qué punto el proceso de mezcla de cuerpos menores afectó al cinturón de asteroides y a los asteroides troyanos. Sin ir más lejos, algunas versiones extremas del modelo sugieren que Ceres pudo ser en su momento un miembro del cinturón de Kuiper. Lo más probable es que no sea el caso, pero el hecho de que esta hipótesis exista nos da una idea de lo poco que sabemos sobre la formación del sistema solar y de ahí la importancia de estudiar de forma directa el cinturón de asteroides (misión Dawn) o los asteroides troyanos.
Tampoco conocemos las posiciones originales de los planetas gigantes, por lo que dependiendo de las condiciones iniciales que introduzcamos en las simulaciones podemos obtener un enorme rango de configuraciones de las órbitas planetarias. No obstante, pronto quedó claro que el modelo de Niza en su forma original era insuficiente para explicar las órbitas actuales. En la mayoría de simulaciones las migraciones de los planetas no terminaban en órbitas estables, mientras que en otras los planetas interiores sufrían enormes perturbaciones que no se corresponden con la realidad (en algunos casos Marte resultaba expulsado del sistema solar). Una solución a este problema propuesta en 2009 por varios grupos de investigadores fue la hipótesis del ‘Júpiter saltarín’, en la cual el gigante joviano habría sufrido encuentros cercanos con un gigante de hielo, es decir, Urano o Neptuno.
Esta variante era adecuada, pero presentaba ciertos inconvenientes a la hora de explicar las órbitas actuales de Urano y Neptuno. En 2011 el astrónomo David Nesvorny propuso que la existencia de un quinto planeta gigante ya desaparecido podría explicar mucho mejor el proceso de migración de los planetas y la hipótesis del ‘Júpiter saltarín’. Este planeta, con la masa de Neptuno, habría sido expulsado del sistema solar tras pasar cerca de Júpiter, al mismo tiempo que habría permitido que el resto de planetas gigantes ocupasen sus órbitas actuales. El ‘sacrificio’ del quinto planeta, a veces apodado Hades, serviría para explicar las características del sistema solar que vemos hoy en día.
Ahora bien, todo esto parece un bonito ejercicio teórico, ¿pero cómo podemos demostrar que alguna vez existió un quinto planeta gigante? Puesto que no tenemos una máquina del tiempo, una forma de acotar esta teoría es que cualquier encuentro cercano entre Júpiter y un gigante de hielo debería poder explicar la configuración actual del sistema de satélites jovianos. Si el encuentro hubiera sido demasiado cercano, los grandes satélites podrían haber sido perturbados fuertemente o incluso salir despedidos. En este sentido también nos interesa estudiar el caso de Saturno, ya que aunque la mayoría de modelos predicen que Júpiter fue el causante de la expulsión del quinto planeta gigante, otros apuntan a que también se produjeron encuentros con el gigante anillado. Los satélites con órbitas estables más exteriores en los sistemas de Júpiter y Saturno son, respectivamente, Calisto y Jápeto. Evidentemente, si de verdad tuvo lugar un encuentro entre un gigante de hielo y uno de los dos planetas gigantes del sistema solar, Calisto y Jápeto tuvieron que sobrevivir a los mismos.
Ryan Cloutier, Daniel Tamayo y Diana Valencia han publicado recientemente un artículo con los resultados de las simulaciones de los encuentros entre los planetas gigantes y el hipotético quinto planeta. La conclusión es que un encuentro cercano entre un gigante de hielo y Júpiter podría permitir la supervivencia de Calisto en un 42% de los encuentros. Por contra, un encuentro similar con Saturno solo sería capaz de evitar que Jápeto saliese despedido el 1% de las ocasiones, así que ya nos podemos despedir de un encuentro cercano entre el quinto planeta gigante y Saturno. Eso sí, todavía no está muy claro cómo se formó Jápeto y hasta es posible que sea el resultado de colisiones entre satélites que tuvieron lugar después de las migraciones del modelo de Niza.
En cualquier caso, lo importante es que la existencia de Calisto es compatible con un quinto planeta que fue expulsado tras un encuentro cercano con Júpiter. No se trata de una prueba suficiente para dar por válida la existencia del quinto planeta gigante, pero sí que se trata de una condición necesaria. Después de todo, sí que es posible que Hades, el hermano perdido de Urano y Neptuno, existiese y ahora se encuentre en algún lugar desconocido de la Galaxia vagando por el espacio interestelar.
Una de las grandes revoluciones astronómicas de los últimos años ha sido descubrir que las órbitas de los planetas exteriores de nuestro Sistema Solar no han sido siempre las mismas. Todo indica que en un determinado momento Júpiter se acercó ligeramente hacia el Sol, mientras que al mismo tiempo Saturno, Urano y Neptuno se alejaron. En el caso de Neptuno, algunos modelos se atreven a sugerir que llegó a estar más cerca del Sol que Urano, para posteriormente ser ‘lanzado’ hasta el exterior del Sistema Solar por culpa de las interacciones gravitatorias entre los planetas gigantes. Todos estos movimientos orbitales estuvieron a punto de destruir la Tierra y se cree que son los causantes del Bombardeo Intenso Tardío que torturó la totalidad las superficies planetarias con impactos de asteroides y cometas. ¿Pero cómo de rápido se produjeron estas migraciones?
Los planetas exteriores no pararon de moverse durante la historia primitiva del Sistema Solar (fuente).
Resulta difícil saberlo, pero se cree que estos movimientos planetarios tuvieron lugar de forma bastante repentina en un corto espacio de tiempo -corto en términos astronómicos, se entiende-. De no haber sido así, las órbitas de los planetas interiores serían hoy muy distintas. De hecho, es posible que el Gran Movimiento Planetario o Gran Salto Adelante de Júpiter durase solamente un millón de años. Vamos, un suspiro cósmico. No se sabe a ciencia cierta cuándo tuvo lugar, pero se especula que fue hace unos 4200 millones de años cuando los planetas ya se habían formado y por entonces, las órbitas de Marte y Mercurio ya eran ligeramente excéntricas. La migración de Júpiter hacia el interior del Sistema Solar se detuvo cuando el gigante joviano alcanzó un nuevo equilibrio gravitatorio con Saturno. Este nuevo equilibrio frenó a su vez el movimiento hacia el exterior de Urano y Neptuno, y muy probablemente evitó que la Tierra sufriese un episodio masivo de colisiones con cuerpos menores o, incluso, fuese destruida o expulsada del Sistema Solar. En cualquier caso, es importante no confundir el Gran Movimiento Planetario -que tuvo lugar cuando los planetas ya se habían formado- con los posibles episodios de migraciones durante la etapa de formación de nuestro sistema planetario debido a las interacciones con el disco protoplanetario de polvo y gas. Por ejemplo, se cree que durante la formación del Sistema Solar -hace 4600 millones de años- Júpiter se acercó hasta unos 230 millones de kilómetros del Sol para luego alejarse a una distancia de unos 800 millones de kilómetros, lo que explicaría la baja masa actual de Marte.
Lo realmente llamativo es que los modelos que intentan simular el salto de Júpiter no parecen funcionar adecuadamente si solamente usamos los cuatro planetas exteriores, es decir, los dos gigantes gaseosos (Júpiter y Saturno) y los dos gigantes de hielo (Urano y Neptuno). Pero la cosa cambia si introducimos un planeta adicional, un tercer gigante de hielo similar a Urano o Neptuno que habría sido expulsado del Sistema Solar durante el Gran Movimiento Planetario. Este quinto planeta exterior se habría formado, dependiendo del modelo, entre Júpiter y Saturno o, más probablemente, entre Saturno y Urano. Al producirse la migración de Saturno hacia las afueras del sistema, el tercer gigante de hielo habría sufrido una fuerte perturbación en su órbita que le habría llevado a interactuar gravitatoriamente con Júpiter para, finalmente, ser lanzado fuera del Sistema Solar (otros modelos predicen una colisión de este gigante de hielo con Saturno).
Simulaciones numéricas de las perturbaciones orbitales de los planetas exteriores. El eje horizontal representa el tiempo y el vertical la distancia al Sol en unidades astronómicas. Júpiter es la línea roja, Saturno la verde, Urano la azul marino y Neptuno la violeta. El hipotético quinto planeta exterior es la línea azul celeste (R. Brasser et al.).
Da que pensar, porque este quinto gigante gaseoso perdido se encontraría ahora en el espacio interestelar a una enorme distancia del Sol. El que una vez fue el noveno planeta de nuestro Sistema Solar sería en la actualidad uno más de entre los muchos millones de planetas solitarios que deambulan entre las estrellas de nuestra Galaxia. Por supuesto, habrá quien diga que todo esto no son más que simulaciones numéricas relativamente incompletas. Y tendrá razón, de ahí la necesidad de estudiar en detalle el interior de los planetas exteriores para verificar hasta qué punto las teorías actuales de formación planetaria son ciertas. La sonda Juno se dirige en estos momentos hacia Júpiter para analizar su interior, pero lamentablemente no hay planeada ninguna misión similar capaz de desvelar los misterios que esconden los gigantes de hielo. Y si queremos entender cómo se formó el Sistema Solar -y otros sistemas exoplanetarios, ya que estamos-, cada vez resulta más evidente la necesidad de explorar en profundidad Urano y Neptuno.
No nos hemos olvidado de la New Horizons. Ya estamos en 2016, pero la sonda sigue enviando nuevos datos y el equipo de la misión continúa extrayendo información de los ya enviados. Y una de las últimas novedades tiene que ver con el análisis de las fascinantes cadenas montañosas que rodean la planicie de Sputnik Planum, la parte oriental del característico corazón del planeta enano. Sabíamos desde un primer momento que estas cordilleras deben estar compuestas por hielo de agua, ya que ningún otro hielo permitiría alcanzar las alturas que se han observado en estos montes. Pero lo sorprendente es que quizás estas montañas sean en realidad icebergs aislados flotando en hielo de nitrógeno.
Las cadenas montañosas que flanquean la planicie Sputnik alcanzan alturas de hasta 3,4 kilómetros en el caso de los montes Norgay o 1,6 kilómetros en los montes Hillary. El descubrimiento de la existencia de montañas en un objeto del cinturón de Kuiper ha sido toda una sorpresa de la misión y nadie sabe todavía a ciencia cierta cómo han podido formarse. La corteza de Plutón está formada principalmente por hielo de agua, pero su superficie es rica en hielos de nitrógeno, metano y monóxido de carbono. Por este motivo, los investigadores pensaron en un primer momento que las montañas debían ser trozos de la corteza que asomaban por encima de la capa de hielos superficial.
Pero un análisis del relieve de las imágenes sugiere que los trozos podrían no estar conectados entre sí y que en realidad se trata de bloques separados. A las temperaturas de Plutón (38 K) el hielo de nitrógeno tiene la consistencia de la pasta de dientes y es más denso que el hielo de agua, de ahí que la imagen de icebergs de hielo de agua flotando en un viscoso océano de hielo de nitrógeno sea una posible descripción de lo que estamos viendo en las increíbles imágenes de la New Horizons.
Una zona donde se ve claramente este proceso a mucha menor escala es la suave planicie Sputnik. Formada principalmente por hielo de nitrógeno, además de cierta cantidad de hielos de metano y monóxido de carbono (las proporciones no han sido determinadas), esta joven región está dominada por los patrones de convección del nitrógeno -unas células de entre 10 y 25 kilómetros de ancho- y las curiosas oquedades causadas probablemente por los ciclos de evaporación y deposición de este elemento. Justo en la frontera entre cuatro de estas células -fronteras que se hallan a una profundidad de cien metros por debajo de las zonas centrales de cada célula convectiva-, los científicos han descubierto recientemente lo que parece ser un bloque de hielo -o mejor, un iceberg de hielo sucio- flotando en medio de la superficie, aunque no está claro si está relacionado con el mismo mecanismo que dio origen a las montañas.
Y mientras crecen los enigmas de Plutón, el equipo de la sonda ha publicado un nuevo mosaico de imágenes de la región Viking Terra -llamada así en honor de la famosa misión de la NASA, no de los pueblos norteños- tomadas por la cámara LORRI y coloreadas usando los datos de la cámara Ralph/MVIC. Esta nueva imagen tiene una resolución de 480 metros por píxel y cubre una longitud de 49000 kilómetros. En ella podemos ver las viejas planicies de Plutón marcadas por las cicatrices de multitud de cráteres. El color rojizo se debe a la presencia de las tolinas, las partículas orgánicas formadas por la acción de los rayos cósmicos y la luz ultravioleta solar en la alta atmósfera que llueven constantemente sobre la superficie del planeta enano. Todavía no está claro si las tolinas forman depósitos gruesos capaces de fluir por la superficie o una fina capa de partículas que puede ser levantada por los suaves vientos que se dan en este mundo. La escarcha que se ve alrededor de los cráteres es… escarcha, efectivamente, pero no está hecha de hielo de agua, sino que se trata de depósitos de hielo de metano. Todo el hemisferio norte de Plutón -‘norte’ en las imágenes, que la orientación en este mundo es un tema polémico- está cubierto por esta escarcha de metano correspondiente al casquete polar propio del invierno.
Por último, les dejo con este vídeo en color y alta resolución para que sobrevuelen la superficie de Plutón como si estuviesen allí:
Bola extra:peculiar vídeo grabado con el espectrómetro infrarrojo LEISA de la New Horizons durante el encuentro con Plutón del 14 de julio. LEISA no es técnicamente una cámara diseñada para captar una secuencia de vídeo, pero los miembros del equipo de la misión han creado un vídeo a partir de las distintas imágenes (los colores son debidos al filtro en distintas longitudes de onda que permite que LEISA funcione como un espectrómetro). ¿El resultado?, un vídeo tomado en el cinturón de Kuiper. La velocidad ha sido aumentada 17 veces y el filtro infrarrojo ha sido convertido en longitudes de onda visibles, pero es un vídeo tomado por la propia sonda. Filmed on location, como dirían en Hollywood:
Hay una vieja regla ortográfica que dice que las palabras que empiezan por hue- y por hui-se escriben con hache, por ejemplo: huevo, huelo, huida, etc.
Esto hace que a veces palabras de una misma familia se escriban con hache o sin hache dependiendo de si empiezan por una vocal sencilla o por un diptongo, por ejemplo:
(1) huelo/oler
(2) huevo/óvalo
(3) huérfano/orfandad
Esta alternancia es una complicación que presenta la escritura del español. Lo normal y deseable es que una misma raíz se escriba siempre de la misma manera. Cualquier alteración nos puede hacer dudar a la hora de escribir y, por tanto, se presta a algún que otro patinazo ortográfico.
Sin embargo, la presencia de esa consonante muda no es un capricho. O, por lo menos, no lo era cuando se estaba empezando a fijar la ortografía castellana. Antiguamente, la u y la v eran una misma letra. Se trataba simplemente de dos variantes que no habían diferenciado sus usos. El que sonaran como vocal o como consonante dependía de la posición. Vamos a ver cómo se escribían algunas palabras con este sistema antiguo:
(4) vida: uida
(5) vivir: uiuir
(6) vuestro: uuestro
(7) velo: uelo
El sistema era lioso de por sí. En palabras como (6), una misma letra se pronunciaba primero como consonante e inmediatamente después como vocal. Además, se podían producir confusiones. Imaginemos que alguien quisiera escribir algo así como huelo vuestro velo (¿por qué no?). Teniendo en cuenta que el verbo olere en latín no tenía hache, lo lógico sería que utilizáramos la siguiente grafía:
(8) uelo uuestro uelo.
Para evitar este problema, se empezó a escribir una hache delante de los diptongos que empezaban con u. Esa letra funcionaba como una marca que quería decir: cuidado, aquí hay que pronunciar una vocal y no una consonante. Si añadimos la hache al ejemplo anterior, todo se aclara:
(9) huelo uuestro uelo.
Hoy, en rigor, esa hache no nos haría falta porque la u se ha especializado para la vocal y la v para la consonante. Sin embargo, la ortografía es conservadora. Por eso, la hache de palabras como huelo, huevo y demás se ha mantenido firme en su posición. Y ahí seguirá hasta el día en que una hipotética reforma ortográfica llegue a desterrarla.
Los juegos retro mantienen su encanto casi inalterado, evocando épocas pasadas que algunos no dudan en señalar como mejores en cuanto al mundo de los videojuegos. Para ellos, los emuladores se han convertido en los grandes aliados y si buscamos una solución todo en uno que emule varias consolas y sea compatible con varios sistemas, la respuesta en RetroArch. Además, su reciente actualización añade soporte para la mítica Dreamcast de Sega.
RetroArch es un emulador todo en uno que puede ejecutar juegos de casi todas las consolas clásicas. Una de sus ventajas es la gran comunidad que tiene detrás, las actualizaciones periódicas que recibe y la compatibilidad para instalarlo en varios sistemas.
Concretamente, la última versión está disponible para:
Linux (x86 and x86_64)
Windows (32bit/64bit)
Mac OSX (Intel/PowerPC)
PlayStation 3 (PS3 SDK)
PlayStation Portable (PSP)
PlayStation Vita/TV
Xbox 1 (XDK)
Xbox 360 (XeXDK/Libxenon)
Gamecube
Wii
Nintendo 3DS
Raspberry Pi (y otras placas ARM a través de Lakka)
OpenPandora
Android
BlackBerry (10/Playbook)
iOS
Ayer liberaron la versión 1.3.0, la más reciente disponible en estos momentos, que se puede descargar desde la sección Downloads de su web oficial. Además, nos explican como realizar la instalación en cada uno de los sistemas, especialmente útil en el caso de Android, donde recurriremos a la Google Play Store o a una tienda de terceros, y iOS, donde será requisito imprescindible tener el jailbreak con Cydia instalado. Para el resto de sistemas también tenemos su correspondiente explicación sobre cómo realizar la instalación.
Entre las novedades de la última versión destaca el soporte para Dreamcast, aunque por el momento sólo para las versiones Mac OS X, Windows y Linux 64bit. Confirman que en los próximos días/semanas se extenderá el soporte a iOS y Android. También se ha hecho compatible para poder ser instalado en PlayStation Vita o Nintendo 3DS.
El listado de consolas y juegos que puede emular es el siguiente:
SNES
WonderSwan
PlayStation
PC Engine
Neo-Geo Pocket
Virtual Boy
Atari 2600
Atari Lynx
NES
Game Boy/Color
Game Boy Advance
Sega Systems (Master, Genesis, Sega CD, Game Gear)
Arcade MAME
Nintendo DS
Dreamcast
Quake
Doom
Cave Story
Dinothawr
DOS
Nintendo 64
LucasArt Game Engines
PSP
Sega Saturn
Además, soporta la utilización de los siguiente gamepads:
En este bonito planeta cohabitamos con otras especies y muchas de ellas tienen características sorprendentes; formas increíbles, casi caprichosas, como las que tienen las especies del reino fungi, por mencionar un ejemplo. Por otro lado, los efectos antropogénicos en la naturaleza impactan en todo el planeta, en el clima y, claro, en las especies del reino vegetal y animal, en donde se van extinguiendo especies que jamás volveremos a ver. Sin embargo, hay especies como las siguientes, que siguen existiendo después de millones de años y que han estado aquí antes que nuestra especie, sobreviviendo a los cambios más intensos y a las extinciones masivas.
Tiburón duende (Mitsukurina owstoni) - 118 millones de años
El aspecto peculiar de este tiburón es sorprendente. Su mandíbula tienen libre desplazamiento, es decir, se desplaza hacia adelante cuando ataca. Su hocico extendido le da un aspecto aún más sorprendente, el cual actúa como una especie de "radar" para ubicar a sus presas por los impulsos eléctricos. Mide entre 2 y 3 metros, con un máximo de 6 metros, y pueden pesar hasta 700 kg. El tiburón duende es el único miembro vivo de la familia Mitsukurinidae, de los cuales, Scapanorhynchus y Anomotodon, son sus parientes extintos. Se le puede encontrar en el Océano Atlántico occidental y oriental, océano Índico occidental, y océano Pacífico occidental desde Japón hasta Australia. También habita en América.
Hormiga de marte (Martialis heureka) - 120 millones de años
La historia del descubrimiento de esta especie es muy particular y por la cual su nombre incluye la palabra "heureka", adjudicada tradicionalmente a Arquímides. Y es que fue una sorpresa descubrir una nueva especie de hormigas en pleno siglo XXI, la última había sido en 1923. La hormiga de marte, como todas las hormigas basales (es decir, primitivas), posee un aguijón. Según los estudios realizados de esta especie se sabe que la aparición de su linaje se ubica muy poco después de que las hormigas divergieron de las avispas. También es la única especie terrestre en esta lista, las demás provienen del lugar donde se originó la vida: los océanos.
Tiburón anguila (Chlamydoselachus anguineus) - 150 millones de años
Otro tiburón impresionante es el tiburón anguila, con su longitud que alcanza los 4 metros y el aspecto peculiar de su cuerpo parecido al de una anguila con las aletas dorsales, pélvicas y anal colocadas muy atrás. Cuando caza se abalanza hacia sus presas y se enreda como una una víbora alrededor de ella. Sus mandíbulas tienen filas de pequeños dientes que funcionan como agujas y que evitan que sus presas se escapen. Tienen una distribución amplia pero irregular en los océanos Atlántico y Pacífico. Es una especie casi amenazada debido a que su tasa de reproducción es muy baja y, aunque no es capturado por su poco valor económico, las capturas accidentales afectan gravemente su población.
Esturión - 200 millones de años
A la familia de los Acipenseridae pertenecen todos los esturiones y sus parientes. Estos antiguos peces vive en aguas frías a templadas, únicamente en el hemisferio norte y actualmente se encuentran en peligro de extinción o amenazadas debido a que su carne y su hueva es de gran valor, pues la hueva en conserva es el famoso y preciado caviar.
Lampreas (Hyperoartia) - 360 millones de años
Estos animales parecen sacados de una pesadilla; se trata de una clase de peces sin mandíbulas y que tienen un gran parecido a las anguilas aunque no están emparentados con ellas. Su característica particular es su boca circular con forma de ventosa con la que se adhieren a su presa. Su método es sujetarse a los tiburones, salmones, bacalaos y mamíferos marinos, animales de los que se alimenta, con su ventosa y varios círculos concéntricos de dientes córneos se sujeta a ellos y con su lengua, también córnea, raspa los tejidos para absorber su sangre. Llegan a medir 80-100 cm y alcanzar un peso de hasta 1 kg.
Celacanto (Coelacanthimorpha) - 360 millones de años
Estos peces se creyeron extintos durante mucho tiempo. Fue hasta 1938 que se atrapó un ejemplar vivo en costas africanas. Se les considera como "fósiles vivos" debido a que presenta similitudes morfológicas prácticamente idénticas con su ancestro fósil. Es, además, junto a los peces pulmonados los seres marinos más cercanos a los vertebrados terrestres. Llega a medir 1.5 metros de largo. Su estudio es de gran interés puesto que se les considera muy cercanos a los peces que salieron del agua y se convirtieron en los primeros vertebrados terrestres.
Cangrejo herradura (Limulus polyphemus) - 445 millones de años
Esta especie también se considera un "fósil viviente", ya que no ha cambiado en millones de años. A pesar de su nombre, la especie es mucho más cercana a los arácnidos que a los cangrejos. Puede alcanzar 50 centímetros y se encuentra normalmente en el Golfo de México, a lo largo de las costas del Atlántico Norte y en la costa norte de Vietnam, dónde se considera un manjar. Esto último y el cambio climático se consideran los factores de la recesión en su población. Su sangre es todo un "milagro" que ha sido estudiado por muchos científicos, incluso se ha probado en los astronautas de la Estación Espacial Internacional para la detección temprana de infecciones.
A las 6 especies (separadas en dos géneros: Nautilus y Allonautilus) que conforman la familia Nautilidae se les conoce comúnmente como nautilus. También son considerados "fósiles vivientes" ya que han tenido escasos cambios durante millones de años. Con cinco extinciones masivas a cuestas, estos preciosos animales que siguen habitando el planeta son similares a otros cefalópodos, con una cabeza prominente y tentáculos. Nautilus pompilius es la especie más grande, llegando a medir hasta 268 mm de diámetro. Sin embargo la mayoría no suele sobrepasar los 20 cm. Nautilus macromphalus es la especie más pequeña, midiendo en torno a 16 cm.
Si de animales marinos preciosos se trata, estas especies que pertenecen al filo Cnidaria y que aparecieron en el lejano Cámbrico. Algunos tipos de medusas son bioluminiscentes y poseen tentáculos que usan para capturar presas y para defenderse. La toxisidad de las medusas varía de especie a especie. Medusas de los géneros Cyanea y Physalia llegan a tener tentáculos de hasta 40 metros.
Esponjas - 760 millones de años
Las esponjas conforman el filo de Porifera. Filo de animales invertebrados acuáticos que se encuentran enclavados dentro del subreino Parazoa. Se les consideró plantas hasta que en 1765 fueron reconocidos como animales y estudiada su digestión es intracelular. Existen alrededor de 9.000 especies de esponjas en el mundo, de las cuales solo 150 son de agua dulce. Son muy antiguas pues se han encontrado fósiles desde el Período Ediacárico.