Antes de los cascos de realidad virtual, ya existían los libros y la imaginación.
Disfrutar de la literatura le permite a la persona envolverse en una historia y ponerse en los zapatos del otro, gracias a lo vivido por los personajes.
Sin embargo, un estudio realizado por investigadores de la Universidad Emory de Estados Unidos, y publicado en la revista Brain Connectivity , asegura que el cerebro podría estar creyendo que todo es verdad.
“Ya sabemos que las buenas historias pueden ponernos en los zapatos de alguien más, en sentido figurado. Ahora estamos viendo que algo pudiera estar pasando a nivel biológico”, comentó Gregory Berns, neurocientífico de Emory y autor principal del reporte.
Para ello, el investigador y su equipo estudiaron a 21 estudiantes universitarios durante 19 días consecutivos.
A todos se les pidió leer la misma novela, que combinaba hechos reales inmersos en una trama de ficción, cuyo desenlace era dramático.
En los primeros cinco días, se les aplicó una resonancia magnética mientras sus cerebros se encontraban en reposo.
Luego, y tras leer una parte de la novela, se les volvió a aplicar la prueba por un periodo de nueve días, y una vez que terminaron el libro, se les pidió volver para aplicarla nuevamente en estado de reposo.
Los resultados revelaron una alta conectividad en el surco central del cerebro, región del motor sensorial primario.
Allí, las neuronas se asocian a la fabricación de representaciones sensoriales en el cuerpo. Por ejemplo: con solo pensar en correr, se pueden activar las neuronas relacionadas con el acto físico de correr.
“Los cambios neuronales que encontramos asociados con la sensación física y el sistema de movimiento, sugieren que leer una novela puede transportarnos dentro del cuerpo del protagonista”, comentó Berns.
Una mayor conectividad se observó también en la corteza temporal izquierda, área del cerebro asociada al lenguaje; esto, principalmente en las mañanas posteriores a la lectura.
Estos cambios a nivel de conectividad se mantienen con el tiempo, al menos por unos cinco días, según calculó el estudio.
“Queda abierta la pregunta de cuánto tiempo podrían durar estos cambios neuronales. Pero el hecho de que los estamos detectando en unos pocos días para una novela seleccionada al azar, sugiere que las novelas favoritas sin duda podrían tener un efecto mayor y más duradero sobre la biología del cerebro”, manifestó Berns.
La lectura está relacionada con el lenguaje, y al ser este la herramienta social por excelencia del ser humano,por su valor comunicativo, los beneficios de leer también se reflejan en la inteligencia emocional y el desarrollo psicosocial del individuo.
Conocerse a sí mismo. Para Raymond Mar, psicólogo de la Universidad de York, en Canadá, si bien el entendimiento de la historia de ficción requiere funciones cognitivas básicas, lo cierto es que esta acción conlleva otros procesos, como el autoconocimiento.
Así lo destacó en una ponencia dictada el año pasado en la convención anual de la Asociación Americana de Psicología.
“Cuando la gente lee historias, invoca experiencias personales. No solo estamos leyendo palabras puestas en una página, sino que estamos leyendo nuestras propias experiencias”, dijo Mar.
En este sentido, y a través de la literatura de ficción, el sujeto puede ver reflejadas sus interacciones pasadas y proyectar las futuras por medio de lo vivido por los personajes.
Eso también se correlaciona con una mejor capacidad para la inferencia; es decir, le ayuda a prever escenarios a partir de una situación inicial.
Además, le permite realizar valoraciones que, a la larga, sustenta la toma de decisiones.
“A pesar de que la ficción se fabrica, esta puede comunicar verdades sobre la psicología humana y las relaciones”, comentó el psicólogo.
“Las experiencias que hemos tenido en nuestra vida moldean nuestro entendimiento del mundo e imaginar experiencias mediante las historias también puede moldearnos. Tampoco es una receta mágica, sino una oportunidad para el cambio y el crecimiento”, dijo Mar.
Ese autoconocimiento y exponerse a personajes con un carácter distinto al propio, mejoran la habilidad de entender lo que otros piensan o sienten.
Eso es empatía, también definida como la capacidad cognitiva de ponerse en el lugar del otro, lo cual permite a la persona “navegar” en situaciones sociales complejas como las que mantienen los seres humanos.
Saber ‘leer’ al otro. La lectura de historias de ficción también mejora la capacidad de percibir los pensamientos e intenciones del otro. Eso, en ciencias cognitivas y psicología, se conoce como teoría de la mente (TOM, por sus siglas en inglés).
Un investigación de David Comer Kidd y Emanuele Castano, publicada en 2013 en la revista Science , demostró que la narrativa de ficción realza varias habilidades y procesos de pensamiento que son esenciales en las relaciones complicadas que implica vivir en sociedad.
Para ello, Kidd y Castano realizaron cinco experimentos. Pidieron a los participantes del estudio leer un texto de una de las siguientes categorías: ficción literaria (donde se utilizan recursos estilísticos complejos), ficción popular (simple en su narrativa) y no ficción.
Después evaluaron las capacidades de la persona relacionadas a TOM. Para ello, aplicaron diferentes exámenes a un mismo sujeto para así evitar que el resultado estuviera viciado por el método de medición.
Los investigadores encontraron que los participantes que leyeron literatura de ficción se desempeñaron mucho mejor en las pruebas de TOM que los otros que optaron por ficción popular o no ficción.
La razón detrás de eso deriva de la forma en cómo se involucra el lector en la historia. Contrario a la ficción popular, la ficción literaria requiere un involucramiento intelectual y creativo por parte de los lectores.
“Mediante el uso de recursos estilísticos, la ficción literaria ‘desfamiliariza’ a sus lectores. Así como en la vida real, el mundo de la ficción literaria está repleto de individuos cuyas vidas internas son complicadas y rara vez son fácilmente discernidas a través de una exploración superficial”, señalaron los autores.
En niños, por ejemplo, leer historias con los padres puede ayudar a desarrollar capacidades de TOM, ya que esta actividad propicia espacios para la discusión con los menores utilizando ejemplos.
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