sábado, 7 de noviembre de 2015

Fanzara, Castellón: el pueblo de culto donde le gustaría vivir a Banksy

“Milagro en la aldea”, titulan periodistas extranjeros. Un viaje a una lección sobre cómo el arte puede transformar a unos vecinos
7/11/2015 - 
CASTELLÓN. Fanzara tiene 333 habitantes según el censo de 2014. Fanzara está a 38 minutos de Castellón conduciendo por la CV-10. Fanzara descansa sobre un valle por el cual se desliza el Mijares. En Fanzara estaba previsto situar un vertedero de residuos industriales que el Ayuntamiento pidió acoger en 2005. Fanzara se dividió desde entonces, le comenzó a supurar una herida. Algunos de sus vecinos comenzaron una lucha inquebrantable contra el vertedero. Otros, los más cómodos, dijeron que para qué, si por mucho que se proteste lo van a acabar poniendo… Tras años presentando batalla el proyecto de vertedero ha acabado terminantemente descartado.
Aquella lucha ganada sólo iba a ser el germen de una victoria mayor. El mismo grupo vecinal (“Somos gente corriente queriendo defender a su pueblo; un delineante, un veterinario, un funcionario…”) necesitaba cubrir dos muros algo renqueantes. Buscaban a un par de artistas para que les dieran lustre. “¡Pero aparecieron 21!”, me cuenta Javier, el delineante. En lugar de un par de muros, serían 44 los intervenidos por algunos de los mejores artistas urbanos del país: Escif, Deih, Julieya Xlf, Hombrelópez, Susie Hammer… Nacía MIAU, Museo Inacabado de Arte Urbano. Más que maullidos, gritos de renovación. Fanzara es desde entonces un faro artístico, un pueblo de culto.
“Nos decían que el vertedero lo pondrían sí o sí y que con MIAU los vecinos nos echarían y nos tendríamos que ir en globo”. Malos visionarios. Fanzara es un pueblo dentro de un museo. O al revés. Muchos de los vecinos, ancianos, no entienden del todo lo que le ha ocurrido a este pueblo mínimo, pero sonríen cuando ven que cada fin de semana “hay gente de todos lados que sube hasta aquí, vienen a hacer fotos, a estar en Fanzara”.
Casas sobre cuya epidermis se han tatuado obras fantásticas. Una de las mayores concentraciones de arte urbano por metro cuadrado. Un casco histórico que ha combatido el envejecimiento demográfico y las injusticias a golpe de color. “Cuando llamábamos a los artistas tenían suspicacias porque lo hacíamos como Ayuntamiento de Fanzara -gobernado por la plataforma ciudadana-, pero al conocer nuestra lucha no lo dudaban”.
Los artistas han ido pintando a decenas en Fanzara, alojados por los vecinos en sus propias casas. DEIH fue uno de ellos, reconocido artista callejero, trazo frenético, personajes colosales.Y dice: “Los vecinos están muy abiertos a poner su casa para recibir a un artista y dejarlo crear, se ha empezado a tejer como una hermandad entre la gente del pueblo y los artistas. Por lo que he podido experimentar es un pueblo ahora conocido en el mundo entero, mucha gente pasa cada día a visitarlo gracias al MIAU”.



La primera vez que DEIH acudió a Fanzara una anciana, “muy mayor”, se puso a mirar su mural, curiosa, y le llamó. “Me dijo que se emocionaba mucho al mirar mi obra. Fue un descubrimiento saber que no hay fronteras de edad entre las cosas que nos emocionan, nunca pensé que alguien de otra generación pudiese comprender mi obra desde las entrañas como hizo esa señora”. “Fanzara es realmente muy inspirador. Dan ganas de volver”.
Un pueblecito convirtiéndose en estallido del arte urbano mundial. “Érase una vez el museo abierto al cielo de Fanzara: un cuento de hadas del siglo XXI (..) Su loco proyecto, su utopía propone a los artistas de la calle pintar las paredes y las casas de los últimos resistentes del pueblo: entre otros, una mayoría de ancianos de 70 y 80 años que ignoraban todo, hasta hace poco, del Street Art”, escribe Doriane Giuli en la revista Les Branchés.
“Es un milagro nacional”, me cuenta al preguntarle Enrique Bocángelus, coimpulsor de la feria internacional de arte contemporáneo MARTE. “Resulta paradójico hablar de arte urbano cuando éste se desarrolla en un entorno rural. Esta vez un pueblo de interior español no es noticia por algún asesinato múltiple, ha atravesado el mundo en todas direcciones gracias a que unos quijotes fanzareños creyeron que algo de cultura y arte en sus vidas y en la de sus convecinos no estaría mal para comenzar”.
La lección, cuál es la lección que nos envía Fanzara. “El criterio y el conocimiento hace ser a los habitantes de Fanzara cada día más exigentes. Unas gentes que no sabían que necesitaban el arte y la cultura para ser más felices, ¡cáspita!. Primer objetivo cumplido y éste no es un milagro, es sólo una consecuencia natural”, vibra Bocángelus. “Continuamos viviendo la cultura como un lujo, no como una necesidad, por eso iniciativas como la de Fanzara sólo debería sorprender por la bestial calidad de algunas de sus obras y artistas, no tanto por lo anecdótico del dónde y el cómo y el por qué. El arte urbano es grasa lubricante para nuestros huesos renqueantes”.
Fanzara es un pueblo volcado en torno a la Plaza de la Iglesia y a unas pocas calles de nombre bíblico como la de San Antonio, Santo Sepulcro, Virgen del Pilar, San Roque… Por allí camina Javier López, el delineante, uno de los autores intelectuales del milagro. Ha tenido problemas con el teléfono por las lluvias de la semana pasada, lo cual no le impide seguir gestionando una agenda que se ha vuelto agitado. “Vamos a Madrid, venimos de Zaragoza…”. Evangelizadores del mensaje. Ellos solo querían quitar un vertedero. Lo lograron. Ellos solo querían que algunos artistas pintaran dos muros, pero han terminado pintando más de cuarenta. “Cuando crees mucho en algo hay que llegar hasta el final”.

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