viernes, 4 de abril de 2014

Mandela tenía razón: el Efecto de la Lengua Extranjera

mandela
Nelson Mandela fue un hombre extraordinario con un talento extraordinario para la negociación. También fue un orador excepcional. Entre las muchas palabras sabias que nos dejó, está este pequeño consejo a la hora de negociar:

“Si hablas a un hombre en una lengua que entiende, el mensaje llega a su cabeza. Si le hablas en su lengua, le llega a su corazón.”

Tan firmemente creía esto Mandela, que aprendió afrikáans durante su encarcelamiento en Robben Island. La identificación entre el afrikáans y el apartheid era tan fuerte que muchos activistas se sentían profundamente ofendidos cuando escuchaban a Mandela hablarlo con los carceleros blancos. Pero Mandela tenía razón. Tanto es así que su aproximación lingüística a la negociación podría haberle otorgado cierta ventaja en las reuniones secretas que mantuvo al principio con de Klerk. Mandela podría haber tenido una pequeña ventaja sobre su oponente cuando negociaron en la lengua materna de de Klerk. Se benefició sin saberlo del Efecto de la Lengua Extranjera.

¿Tomaríamos las mismas decisiones en una lengua extranjera que en nuestra lengua materna? Keysar, Hayakawa y Sun Gyu de la Universidad de Chicago se hicieron esta pregunta, y descubrieron que la respuesta es «no»: nuestra arraigada e irracional aversión a la pérdida desaparece cuando se nos presenta un problema en una lengua extranjera; respondemos de manera más fría y racional 1.

Nuestras decisiones se ven afectadas por una amplia variedad de factores aparentemente irrelevantes. Uno de ellos es nuestra aversión a perder lo que tenemos, una aversión tan fuerte que vence al placer de conseguir algo de lo que carecíamos. El problema de la Enfermedad Asiática ilustra este sesgo en nuestra toma de decisiones. Ésta es la situación que se afronta:

Ha aparecido hace poco una nueva y peligrosa enfermedad. Sin medicación, 600,000 personas morirán a causa de ella. Para salvar a estas personas, se fabrican dos tipos de medicamentos.
Éste es el problema planteado en términos de pérdidas:

Si eliges el medicamento A, 400,000 personas morirán. Si eliges el medicamento B, hay una probabilidad del 33,3% de que nadie muera y del 66,6% de que mueran 600,000.

Y éste es el problema planteado en términos de ganancias:

Si eliges el medicamento A, 200,000 personas se salvarán. Si eliges el medicamento B, hay una probabilidad del 33.3% de que 600,000 personas se salven y del 66,6% de que no se salve nadie.

¿Qué medicamento eliges?

Aunque el número de muertes es el mismo en ambas versiones del problema, la gente escoge con más frecuencia la opción más segura (medicamento A) cuando se mencionan los supervivientes, y escoge la opción más arriesgada (medicamento B) cuando se mencionan las muertes. Así que, cuando la misma elección, entre el medicamento A o el B, se presenta en términos de pérdidas (si eliges A, X personas morirán) o en términos de ganancias (si eliges A, X personas sobrevivirán), es mucho más probable que elijamos el medicamento B en el primer caso y el A en el segundo 2.

Keysar y sus compañeros presentaron el Problema Asiático a tres grupos de estudiantes universitarios: (a) un grupo de 121 hablantes nativos de inglés que tenían el japonés como lengua extranjera, la cual habían estudiado en el colegio durante una media de tres años; (b) 144 hablantes nativos de coreano que tenían el inglés como lengua extranjera, la cual habían estudiado en el colegio durante una década; (c) 103 hablantes nativos de inglés que estaban estudiando en París y tenían el francés como lengua extranjera, la cual habían estudiado previamente en el colegio durante unos seis años. A los participantes se les asignó al azar tanto la lengua, bien su lengua materna o bien la lengua extranjera que conocían, como el planteamiento de ganancia o de pérdida, y su tarea era elegir entre los dos medicamentos.

Los resultados mostraron claramente la presencia del efecto de la aversión a la pérdida cuando los participantes respondían en su lengua materna. Pero, sorprendentemente, cuando respondían en la lengua extranjera, el efecto de la aversión a la pérdida desaparecía, y era igualmente probable que los participantes eligieran tanto la opción más segura como la más arriesgada.
 
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Credit: Keysar et al(2012)

Los autores interpretan este resultado como evidencia de que usar una lengua extranjera aumenta la distancia psicológica y promueve la deliberación, principalmente por una disminución de la repercusión emocional. Esto no significa que asumamos más o menos riesgo en función del idioma en el que se nos presenta el problema, sino más bien que, sea cual sea nuestra decisión, ésta se ve más afectada por la forma en que el problema se plantea cuando se presenta en nuestra lengua materna que en una lengua extranjera. Es decir, nuestras emociones no están tan fuertemente implicadas al usar un idioma extranjero, y podemos pensar de manera más fría, objetiva y lógica.

Este original hallazgo ha tenido continuidad en un estudio reciente llevado a cabo por Costa y sus colaboradores, con unos 700 participantes a los que se evaluó sobre diferentes tipos de problemas de toma de decisiones 3. En el primer estudio, se repitieron los resultados de Keysar et al. (2012) sobre el sesgo de la aversión a la pérdida. En los otros tres estudios, exploraron si el Efecto de la Lengua Extranjera se limitaba a sesgos en las decisiones relacionadas con las emociones. Descubrieron que el Efecto de la Lengua Extranjera es un efecto generalizado que hace nuestras decisiones menos propensas a los sesgos intuitivos. También descubrieron que este efecto sólo surge cuando la emoción es un factor causal clave en el sesgo de la decisión. Cuando los problemas no tienen una carga emocional, el efecto del idioma desaparece, lo que apoya la idea de que el efecto de la lengua extranjera se debe, al menos parcialmente, a la emotividad producida por un cierto problema junto con una menor relevancia de las emociones en la lengua extranjera.

Así que, volviendo a Mandela y sus negociaciones con de Klerk en afrikáans, ¿era el apartheid, para estos dos hombres, un problema con una carga emocional? Sí, y mucho. Y de los dos, ¿quién tuvo la disposición a pensar de manera más fría, analítica y racional? Mandela, porque no hablaba en su lengua materna. Había, sin duda, una infinidad de otros factores en juego, pero Madiba tenía el Efecto de la Lengua Extranjera de su lado.

Artículo original publicado por Itziar Laka en Mapping Ignorance (fuente: http://divulgame.org)

Referencias:

  1. Keysar, B., Hayakawa, S., & Sun Gyu, A. (2012). The foreign language effect: Thinking in a foreign tongue reduces decision biases. Psychological Science, 23, 661–668 
  2. Tversky, A., & Kahneman, D. (1981). The framing of decisions and the psychology of choice. Science, 211(4481), 453–458 
  3. Costa A., Foucart A., Arnon I., Aparici M. & Apesteguia J. (2014). “Piensa” twice: On the foreign language effect in decision making, Cognition, 130 (2) 236-254. DOI: 10.1016/j.cognition.2013.11.010 

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